
Guión: Jim Starlin
Dibujo: Bernie Wrighston
Tinta: Bill Wray
Jim Starlin consigue en este volúmen, lo que ningún otro autor se había atrevido hasta la fecha, quebrar la fortaleza psíquica del Hombre Murciélago. Para tan árdua tarea, se valerá de un villano llamado Diácono Blackfire, cuyo ejército está formado por los parias y sin techo de Gotham City.
El cómic arranca con las innumerables torturas tanto físicas como psíquicas a las que se ve expuesto
Batman. El hambre, la desesperación, y grandes cantidades de drogas, conseguirán al final que el
Diácono reclute al
Caballero Oscuro. Las dudas y devaneos del pobre
Batman, así como sus alucinaciones y estados de ánimo, quedan perfectamente explicados y representados en las primeras páginas del cómic. Tanto
Starlin como
Bernie Wrightson, se lo toman con calma y nos ofrecen todo lujo de detalles, utilizando una narrativa que ilustra de manera majestuosa los tormentosos estados mentales de
Batman. Mientras, el
Diácono sembrará un caos controlado en las calles de
Gotham, en donde los malajes son aniquilados sistemáticamente por las huestes de parias que sirven a
Blackfire. De echo, este punto es quizá el más interesante de la obra, pues asistimos a las opiniones de los ciudadanos sobre los métodos y resultados de
Blackfire. Tal y como ya sucediera en
El Retorno del Señor de la Noche, las pantallas de televisión y los enviados especiales, se tornan protagonistas de excepción y deambulan entre las viñetas ofreciéndonos, como si de una situación real se tratara, todos los detalles sobre los quehaceres del
Diácono y de las fuerzas de seguridad.
A partir de ese momento, y con la ya sabida recuperación del
Hombre Murciélago, la historia se deshilacha por momentos, y
Jim Starlin se ve incapaz de devolverla al estado de seriedad y orden con el que la había comenzado. De manera que todo finaliza con un final previsible, y con una puesta en escena semi-ridícula de
Batman a la hora de recuperar el orden. Además, los cachibaches que utilizan el
Caballero Oscuro y
Robin en la misión de reconquista, me parecieron infantiles y cutres. Casi tanto como el plan ejecutado...
Bernie Wrightson, que me encantó en su etapa al frente de Punisher, realiza un buen trabajo, sobre todo en lo referente a las cloacas y túneles de Gotham. Se nota que la temática de terror, de la que se sabe especialista, le influye de manera positiva a la hora de dibujar un entorno caótico, y que puede llegar a inspirar temor. Sin duda, las escenas en las que las huestes de Balckfire persiguen a Batman cuhcillo en mano, por entre pasadizos lúgubres y sucios, son lo mejor del apartado gráfico de toda la obra.